Diario de un investigador del ácido de hormiga

¡Por fin! ¡Por fin descubrí cómo recolectar ácido de hormiga!
¡La clave era usar hormigas hambrientas!
Hace tiempo que buscaba un agente disolvente, potente pero seguro, para agregar a mi colección de muestras, y el descubrimiento del ácido de hormiga fue un regalo del cielo. Es capaz de disolver las fibras más resistentes en un instante. Einar debió apiadarse de mí cuando estuve toda la noche derritiendo unos malditos trozos de madera y escamas.

El problema es que, en teoría, si cazas hormigas, siempre deberías poder conseguir ácido; pero, por alguna razón, esto no funcionaba así. En un principio pensaba que los torpes mercenarios les habían aplastado las glándulas cuando las atraparon, porque los ácidos especiales como este se encuentran en glándulas que suelen ubicarse alrededor de la boca.

¡Diseccioné las glándulas de diez hormigas y no pude encontrar ni un atisbo de ácido! Nunca me había frustrado tanto en toda mi vida como en aquel momento. ¡Resulta que el ácido era el ácido estomacal, combinado con sustancias que segregan cuando están famélicas! ¡No me extraña que no pudiera encontrar el ácido buscándolo en glándulas! Valió la pena hacerle caso a ese vendedor embustero e ir a las colonias de hongos de sangre por mi cuenta.
Ahora el problema es atrapar hormigas famélicas vivas y obtener el ácido. Hoy en día no hay muchos mercenarios fiables, así que no estoy seguro de cuánto terminaré pagando por esta aventurita. Si la oferta de pagarles horas extra no es suficiente para reclutarlos, creo que mi plan de comprar tiempo con dinero se desmoronará...

Si todo falla, probaré con la Resistencia. Si logro convencerlos del propósito noble de mi trabajo y de mi trayectoria de investigación, tal vez Jacque Hander me envíe algunos luchadores de la Resistencia... Quizás... Eso espero...