Llovía a cántaros el día que el maestro Lirel trajo al joven ogro. El joven temblaba, escondido detrás de mi maestro... Nadie sabía en qué clase de monstruo se convertiría en aquel momento.
El maestro Lirel era un orgulloso mago elfo y siempre se ocupaba de los huérfanos de guerra, sin importar su raza. Les enseñó a los huérfanos a leer y a hacer magia, y les explicaba que debían respetar a todas las razas. El maestro llamó "Kanzaizin" al ogro rojo.
Los otros niños le decían que era un monstruo tonto a espaldas del maestro.
Pero yo no podía soportarlo más. Un día, noqueé a uno de los niños que molestaban a Kanzaizin. Pero, al ver esto, me arrojaron al suelo y me dieron una paliza, pero a pesar de eso, no me arrepiento.
Cuando el maestro Lirel regresó, nos regañó a todos. Y luego de considerarlo un buen rato, le lanzó un hechizo a Kanzaizin.
Desde entonces, Kanzaizin se volvió bastante inteligente como para aprender el lenguaje humano. Me admiraba como a un hermano mayor desde que lo salvé de los matones, y le enseñé escrituras y hechizos mágicos.
Incluso le di mi varita favorita cuando me fui a entrenar esgrima. Era tres veces más grande que yo, pero se veía muy triste.
Al cabo de diez años de entrenamiento, me convertí en uno de los espadachines mágicos de élite. Y ese fue el año en que comenzó la guerra entre los elfos y humanos. Cuando me negué a matar a los elfos, me encerraron en el calabozo subterráneo por desobediencia. Entonces mi comandante vino a buscarme luego de unos días.
Dijo que un monstruo ha estado masacrando a nuestros soldados, y que me dejaría ir si mataba al monstruo.
Así que partí con mis hombres hacia Talandre, donde se encontraba el monstruo. Cuando nos adentramos en un sendero estrecho en un bosque neblinoso, unas sombras enormes aparecieron.
El ataque fue brutal. Mis hombres murieron entre gritos. Intenté luchar, pero algo me golpeó y caí. Creo que oí una voz mientras perdía el conocimiento.
"Tú... mataste. Humanos. Maestro Lirel. ¡Humanos...! Los mataré a todos. Tú también eres humano. Si regresas... ¡Te mataré!"
Cuando desperté, me encontraba entre mis hombres muertos. Uno de ellos tenía una varita clavada en el corazón. Era la varita mágica que le di a Kanzaizin hace mucho tiempo.