Cuando cesaron los cánticos en el bosque, me deshice de todas las farolas alrededor del Gran Árbol. Lo único que nos queda es el sentimiento de traición de los humanos.

Esta es una grabación de la tragedia que nos ocurrió.

Hace mucho tiempo, les enseñamos a los humanos un conjuro simple, y lucharon junto a nosotros contra los orcos. Luego de la guerra, los humanos querían aprender más sobre la magia.

Incluso construyeron farolas alrededor del Gran Árbol Sabio para suplicarnos, un acto muy gentil. Los elfos no necesitaban farolas. Eran regalos inservibles, pero aún así valoramos su esfuerzo y decidimos enseñarles conjuros mágicos avanzados, como invocar y curar.

Los humanos aprendieron rápido; pronto lograron controlar los cuatro elementos y crearon esquemas con ellos. Esto provocó mucha preocupación.

Porque su magia era el resultado de su incontrolable codicia y engaños, pero era demasiado tarde. Los humanos ya estaban fuera de control. Lo único que podíamos hacer era vigilarlos de cerca para que no se alejaran de la luz.

La división entre elfos y humanos empeoró. Al final, éstos últimos nos declararon la guerra.

Deberíamos habernos percatado de su verdadera intención cuando nos trajeron esos tontos regalos. Juré no volver a cometer el mismo error mientras quitaba todas las farolas que rodeaban El Gran Árbol Sabio.