La vista desde Flamanieve era sorprendente.

La majestuosa niebla que se formó en la cima de la montaña
se derramó lentamente bajando por toda la cresta de la montaña.

Elegí con cuidado un lugar para encender una fogata,
de manera que se viera
desde una baja altitud.

Las pequeñas ramas se saturaban de niebla
y la fogata se apagaba una y otra vez,
pero no tenía la más mínima intención de rendirme.

La fogata que estaba por hacer
se convertiría en un pequeño faro de esperanza
para cualquiera que visitara esta montaña.

Al final, pude hacer la fogata.
Desde lejos, se escuchaba el valiente rugir de los guardias
retumbar en el Albergue del Susurro del Viento.

Peregrin Huga III, un romántico trotamundos.