Hace mucho tiempo, un cazador vivía en el Bosque del Gran Árbol.
Un día, el cazador salió de caza y vio una bola de pelo gris al pie de un gran árbol. Cuando se acercó, era un conejito con alas. Nunca había visto ni oído hablar de un conejo alado, así que se acercó más para examinarlo.
El conejito alado miró al cazador mientras temblaba. "¿Por qué no huiría?", pensó el cazador mientras miraba al conejito del tamaño de la palma de la mano.
Cuando el cazador tomó al conejo alado, este lanzó un grito de lo más triste. ¡Ay, no! El conejito tiene lastimada una de sus alas. Debió caerse mientras intentaba volar desde el árbol.
"Los ogros pueden atraparte si te dejo aquí".
El cazador sintió lástima por el conejo y decidió llevárselo a casa.
Cuando el cazador llegó a casa, su mujer y su hija se sorprendieron.
"Este animal es muy pequeño y tierno. No podemos comerlo", dijo la esposa.
"¿Podemos quedárnoslo?", preguntó la hija.
"No. Lo dejaré ir luego de curarle el ala", dijo el cazador.
Entonces vendó el ala rota con ropa y un palo. Pensó que el conejo se recuperaría si lo alimentaba bien. Sin embargo, el conejo alado parecía haber perdido el apetito. No quería comer verduras. El cazador se preocupó y lo llevó con una anciana de su aldea.
Cuando la señora vio el conejo, se quedó muy sorprendida. "¡Esto no es un conejo alado! Es un espíritu llamado Wolpertinger".
El cazador se preocupó aún más. "¿Y qué debo darle de comer?".
La anciana trató de hacer memoria y le respondió: "He oído que los Wolpertingers se alimentan de bayas silvestres y rocío".
Así que el cazador empezó a recoger bayas cada vez que salía.
La mujer del cazador le hizo una cama acogedora y la hija salía a recoger gotas de rocío por la mañana temprano. La familia cuidó del Wolpertinger con mucho amor.
Al cabo de un tiempo, el Wolpertinger se recuperó. Era hora de que el espíritu volviera a casa. El cazador y su familia se dirigieron al lugar donde había encontrado al espíritu por primera vez. El pequeño espíritu agitó las alas, pero parecía indeciso a la hora de abandonar a la familia. A todos les dio pena separarse.
"Adiós, bola de pelos. Espero que no te vuelvan a hacer daño!". El cazador lanzó al pequeño espíritu hacia arriba para que se posara en uno de los altos árboles.
¡Poco después, la familia oyó voces extrañas!
"¡Gracias por ayudar a nuestro amiguito, tilín!". "¡Buenos bantilanes! ¡Tienes la bendición de los Wolpertingers, tilín!". Había grandes Wolpertingers sentados en las ramas de los árboles, mirando a la familia.
Desde entonces, cada vez que el cazador salía, siempre encontraba un montón de juegos y frutas. Su familia nunca volvió a pasar hambre.