Yo, el monje Igtinus, sirviente de Einar, dejo por escrito este registro en el año 1199 en la Abadía de Pueblo Castelo y prometo hablar solo con la verdad ante él.
Corría el año 1187. Viajé al sur junto a Iverdit luego de escapar de la guerra. La Abadía de Pueblo Castelo se convirtió en mi refugio. El señor de Laslan mostraba su hospitalidad a los monjes como yo en esa situación difícil y nos ayudó a encontrar un lugar en la aldea.
En ese momento, el señor me pidió que le enseñara a su joven hijo Henry sobre la filosofía de la naturaleza. Entonces, comenzamos a leer la Introducción a los Principios de la Naturaleza de Chimenos. Henry era un joven inteligente, lleno de curiosidad, y eso hizo que tuviese dificultades para responder sus preguntas profundas.
El incidente que quiero registrar en este escrito ocurrió poco después de asentarme en la Abadía de Pueblo Castelo. Ese día Henry vino a la abadía para recibir sus lecciones como era habitual, pero desapareció de repente durante el descanso de las clases de la tarde.

El guardia que lo acompañaba era un joven llamado Matthew, que dormía tranquilamente bajo un árbol. Iverdit y yo lo despertamos y rápidamente comenzamos a buscarlo en la abadía. Continuamos con la búsqueda hasta caer el sol, pero no encontramos rastros de Henry. No teníamos idea de cómo decirle al señor que su hijo había desaparecido bajo nuestros cuidados. La cara de Matthew perdió todo el color al darse cuenta de que el muchacho podría haberse ido de la abadía solo. Afortunadamente, en las llanuras que rodean la abadía solo habitan venados, no hay bestias peligrosas, pero incluso las más apacibles de las fieras son un peligro mortal para alguien tan joven.
Iverdit fue el primero en gritar luego de observar el horizonte. Apuntaba a la colina desde donde se ven las planicies de Hamel, y corrimos hacia ella tan rápido como pudimos. Una vez allí, la escena que teníamos frente a nuestros ojos nos dejó conmocionados. Un desfile de venados, que brillaban como zafiros en la oscuridad, corría a gran velocidad hacia nosotros.

Los tres nos quedamos impactados en silencio mientras mirábamos a los venados resplandecientes. Esta era sin dudas una experiencia divina.
Cuando los venados se acercaron, finalmente pude comprender lo que veía. Un gran venado de astas blancas iba a la cabeza y un aura azul brillaba a su alrededor, y su luz se esparcía a los demás venados. No sé cuánto tiempo me quedé paralizado por esa imagen, pero mi fascinación se quebró al escuchar a Matthew gritar:

—¡Henry!—.

El miedo me llegaba hasta la médula, pero cuando pude mirarlo de cerca, ¡vi también al muchacho durmiendo en la espalda del gran venado!
Este tomó a Henry por la ropa con la boca y lo dejó suavemente en el suelo. Luego el venado nos miró fijamente y movió la cabeza, como si estuviera regañándonos y preguntándonos: "¿Cómo pudieron perder a este muchacho?".
Entonces, los venados se desvanecieron en la oscuridad. Cuando recobramos el sentido, corrimos colina abajo. ¡Ese fue el día en que finalmente entendí que la leyenda de Hamel era cierta!

¡Era el misterioso venado que derrotó a Iskale, el Rey Lobo, que viajaba entre los sueños y la realidad, y que hasta tenía el poder de volver el tiempo atrás!
Henry yacía en el suelo de la llanura y yo fui el primero en acercarse a él. Lo sacudí suavemente del hombro para despertarlo. Cuando lo logró, Henry se frotó los ojos y nos preguntó:

—¿Ya es hora de volver a la lección?—.

Iverdit, Matthew y yo nunca hablamos con nadie de lo que ocurrió ese día. En parte porque temíamos las repercusiones de lo que podría pasar si alguien descubría que habíamos perdido a Henry, pero también porque no encontrábamos las palabras para describir nuestro encuentro divino. Aunque ahora confiese la verdad, planeo mantenerlo en secreto hasta el día de mi muerte porque no tengo la seguridad de no haberme imaginado la presencia de Hamel.
Sin embargo, todo lo que ocurrió después fue una confirmación de que no había sido un sueño, y deseo rememorar los eventos de ese día mediante estos registros.

La bestia divina Hamel puede ver el pasado y el futuro de los humanos, y solo se muestra ante aquellos con el potencial de convertirse en grandes héroes. Tal vez Henry ya había comenzado su camino de héroe cuando vio a Hamel.
Aunque no conozca la respuesta a esa pregunta, recuerdo ese día cada vez que veo su lápida. No puedo evitar pensar en lo maravilloso y a la vez aterrador que puede ser un momento.

- En la Abadía de Pueblo Castelo en el año 1199.