Era una noche en la que llovía particularmente fuerte. Era como si se hubiese abierto un agujero en el cielo y un río discurriera sobre nosotros desde arriba. Sin embargo, aun sobre el sonido de la lluvia, oí un ruido extraño y, cuando miré por la ventana, los ancianos de la aldea estaban corriendo y gritando hacia la puerta.
Mi padre se había ido a Vienta y se suponía que regresaría al día siguiente. Tenía miedo de estar ahí completamente solo, sentado en una casa vacía, así que abrí la puerta sin motivo y me asomé a la calle. Entonces vi a un vecino que me resultaba familiar. La curiosidad se apoderó de mi ser y, sin pensarlo, lo seguí hasta la calle.
La lluvia no me dejaba ver bien, pero seguí adelante. Cuando entré en razón, me di cuenta de que estaba en medio de gente desconocida que me arrastraba hacia algún lugar. Miré hacia arriba de repente y vi una enorme torre frente a mí. Estaba temblando de frío y miedo, cuando alguien me agarró del cinto. Era mi hermano Ethan, quien se encargó de cuidarme.
Tenía una expresión violenta y enojada, pero hacía tanto ruido que no pude escucharlo bien. Me empujó en todas direcciones, me arrastró hasta la entrada de las alcantarillas y me dijo que entrara. Yo lloraba y le rogaba, pero no le importó.
La lluvia había parado, pero el agua seguía cayendo por las escaleras que bajaban hasta las alcantarillas. Como no me atrevía a hacerlo, Ethan me pateó para que avanzara. Sentía cómo se me congelaba el cuerpo en esas aguas heladas, pero no podía regresar porque me daba más miedo la furia de Ethan que lo que pudiera encontrarme allí abajo.
Descendí lentamente mientras me sujetaba a la pared, hasta que pude ver vagamente unas barras de acero oxidadas. Me detuve para pensar qué hacer, cuando escuché un fuerte sonido de golpes de metal. Era el ruido de espadas chocándose, así que por fin me di cuenta de lo que estaba pasando. Las tropas de Arkeum habían derribado la puerta y nos estaban invadiendo. Recordé lo que mi padre había dicho de ellos, que las tropas de Arkeum se comían a la gente, así que rápidamente atravesé las barras y avancé por la cloaca.
Cuando por fin salí del otro lado de la alcantarilla, todo estaba rojo detrás de mí. Las llamas de la torre se reflejaban en los muros de las casas cercanas. Me preocupaba Ethan, pero mis piernas no se movían. Cuando volví en mí, ya estaba corriendo lejos del pueblo sin pensarlo. Corrí y lloré atravesando el humo acre.