Para Arnette, a quien le gustaban las rosas rojas:
Cuando leas esta carta, lo más probable es que ya no viva en el mismo plano que tú. Te la escribo para dejarte un último recuerdo.
Arnette, antes de conocerte, la vida me parecía un viaje agotador hacia la muerte. Es una ironía que viviera en un lugar llamado la calle de la abundancia, porque lo único que sentía era un vacío en mi interior. No hice otra cosa más que sentarme en el banco de madera en el frente de mi casa a leer.
Pero tú eras la luz de mi vida. Te me acercaste con una carreta llena de flores perfumadas con una sonrisa enorme y encantadora.
Quizás fue esa sonrisa la que me cautivó. Escuchar tu voz, que me contaras historias que no fueran las de mis libros, me ayudó a olvidar el dolor que me pesaba en el corazón. (Aunque Randolph siempre nos regañaba por hacer demasiado ruido).
Pero dejaste de venir a mi calle desde hace un tiempo. Siempre venías a vender flores por tus hermanos enfermos. Luego pasaron cinco días, dos semanas y ahora un año... Al final, no volviste y dejaste tu carreta vacía.
Ojalá pudiera volver a ver tu sonrisa, pero, por desgracia, no me queda mucho tiempo. Como te extraño tanto, planté tus rosas rojas favoritas cerca de la calle de la abundancia.
Cuando estas rosas florezcan para hacer la calle más colorida, no estaré en este mundo. Pero espero que sonrías al verlas cuando regreses.
Es mi más sincero deseo... Adiós, Arnette.
- Tu amigo,
Scott